Me siento a escribir sobre el carisma y su importancia para la empleabilidad y lo único que me viene a la cabeza es el proceso electoral. Me trato de concentrar en lo mío, compartiendo mis experiencias sobre cómo el carisma y la energía positiva son muchas veces el factor diferenciador entre quienes compiten por un trabajo, un ascenso o por clientes para su negocio, pero confieso que mi atención y corazón están puestos en estos momentos tan serios que vive el Perú. Es como el elefante que está bajo la mesa y que no nos deja pensar en nada más.
Mi especialidad y misión personal es ayudar a que más peruanos eleven su nivel de empleabilidad para que el Perú sea más productivo y competitivo. Sin embargo, lo único en lo que puedo pensar ahora es en cómo hacer para que el Perú no pierda ese brillo de país ganador que alcanzó en los últimos años. En cómo evitar desperdiciar ese “reencuentro” con nuestra autoestima nacional y el amor por las cosas que nos definen y de las que estamos todos orgullosos.
Y es que los peruanos empezamos a descubrir las oportunidades que nuestro país puede ofrecer si trabajamos con pasión, fuerza y disciplina, aunque todavía hay tantísimo más que hacer para dar oportunidades a quienes aún no las han visto…
No conozco el mundo de la política. Yo solo conozco el mundo del trabajo y la empresa: diariamente comparto con personas que dependen de su esfuerzo y talento para llevar el sustento a sus casas. Personas que quieren mejorar, crecer, crearse un mejor destino.
Por eso me preocupa tremendamente que empresas de todo tamaño y tipo dejen de contratar y suspendan sus planes de crecimiento ante la falta de seguridad para sus inversiones, o que empiecen a llevárselas a países que ofrecen respeto a los acuerdos ya tomados. Me preocupa el efecto que pueda tener la falta de confianza en el futuro sobre el mercado laboral y que se pierda el interés por capacitar y desarrollar al personal.
Sé que estoy metiéndome en asuntos políticos y que esas son aguas ajenas para mí. Sin embargo, como peruana siento que el país es mío también, y me rebela pensar que nos pongamos al borde del precipicio por los intereses de poder de quienes poco sabrían de generar riqueza y trabajo, y menos de cómo protegerlos.
¡Trabajo y oportunidades es lo que no podemos perder!